
Piensas una idea. Vale que llevas muchas, pero ya sabes que en realidad todo va de una. ¿Nos sentamos? La expones. Te aportan. Discutís. Venga, ¿en serio?
Sumas posturas. Restas egos. No está resultando todo como esperabas, aunque de repente… ¡Ahora sí! LO TENEMOS.
La campaña. Las bajadas. La ejecución diferencial. El storytelling para remarcar el mensaje que quieres dar en 20 minutos. La propuesta está acabada. El presupuesto terminado. Esto está hecho y, sin embargo…
- …aunque encaja, hay cambios.
- …el presupuesto no da para todo.
- …los tiempos de trabajo no son los que planteábamos.
- …o el briefing es otro porque, ya lo sabes tú, no está escrito en piedra.
Y, al volver a tu sitio, después de todo el trabajo, piensas que nunca pensaste que este proyecto iba a acabar así.
¿Te suena todo esto?
El proceso creativo no lo es todo
Cuando trabajamos en creatividad, nos dirigimos a perfiles junior o vemos futuras formas de evolución del sector, se nos llena la boca hablando del PROCESO CREATIVO y poco se habla de que el proceso no acaba ahí. O de que hay otros.
Hay creatividad a la hora de presentar, encajar la propuesta al formato de reunión, de buscar el feedback adecuado y reaccionar a él. Hay procesos y cursos para hacerse con ellos. Yo tengo uno en Domestika, de hecho, basado en mi experiencia en proyectos health, digitales y de gran consumo.
La ejecución y el aprendizaje
Pero también HAY UN PROCESO DE EJECUCIÓN. Trabajando en creatividad health, ese proceso es muy patente porque incluye a otros departamentos, tanto de la agencia como del cliente: la perspectiva de cuentas, médico y legal.
Y también tú, como profesional, en creatividad o sea cual sea tu departamento, TIENES UN PROCESO DE APRENDIZAJE. Te tienes que equivocar mil veces, debes asistir a esas reuniones desagradables en las que te ponen la cara colorada (por suerte, tal vez solo lo vivas una vez y aprenderás muchísimo de ello) o donde haya discusiones, un conflicto de intereses y, si se maneja bien, un acuerdo. Debes aprender a defender tu idea ante alguien que opina sabiendo menos que tú, o mucho, pero de algo muy distinto. Y amoldarte a las cosas, a aguantar el desgaste de los cambios subjetivos sin tirar la toalla.
Defiende tus ideas
Solo con tiempo y experiencia, presentando tus propias ideas, consigues que el rechazo te dé perspectiva sin quitarte (demasiada) ilusión.
Por el camino aprenderás a elegir tus batallas, luchar por un poco de brillo, saber cuándo ceder y, en definitiva, cuánto conoces a tu cliente, tu mercado y tu propuesta.
No vas a acelerar una validación legal, ni tendrás la última palabra en el presupuesto, pero si vas a presentar, si aportas valor en cada reunión, si enfrentas un feedback con la actitud adecuada, eso va a sumar a lo largo y también lo notarás en los procesos creativos.
Hace poco, viendo “Hacks”, una serie que os recomiendo, me gustó ver que Ava, una guionista de la generación Z le decía a Deborah, humorista boomer: “TRUST THE PROCESS” para que no se rindiese y se permitiese seguir aprendiendo y equivocándose, aunque fuera senior.
No me pudo llegar más esta afirmación, ni recordarme más a nuestro trabajo. Ya sabes, por el proceso infinito y apasionante que tú y yo conocemos.
Piensas una idea. ¿Nos sentamos?
Sumas posturas. Restas egos. La propuesta. El storytelling. La puesta en escena según el estilo de reunión. Manejar las preguntas. Conseguir un feedback claro. El equipo unido, con quienes creces con el tiempo, respondiendo de forma sólida. Y después de la presentación, el trabajo por hacer, los detalles y las ganas de superarnos.
¡Ahora sí! LO TENEMOS.
Si no lo tienes, lo tendrás cuando sea el momento. O antes, si aprendes a presentar.
Confía en el proceso.
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